Historia de Ituero: buscando nuestras raíces

Texto basado en la investigación y documentación de Carlos Blázquez (2010)

   La primera referencia que se conoce acerca de nuestro pueblo es expuesta por el historiador alemán Adolf Shulten, de la universidad de Erlangen (Alemania), al estudiar la conquista de Numancia por las tropas romanas en año 133-134 a. C.

   Entre Ituero y Renieblas, también pueblo de Soria, hay 80 Km., que representan cuatro días de marcha. Según Shulten, Nobilior condujo a sus tropas por la meseta de Almazán, divisoria entre las vertientes del Jalón y del Duero. Después de 2 días de marcha, la primera noche la pasó en un supuesto campamento, de enlace, en Adradas, y la segunda llegará al campamento El Guijar, en Almazán, a orillas del Duero. Era solsticio de verano. Por la margen derecha del Duero camina hacia Numancia y al llegar a un poblado llamado Fituero encuentra propicio el lugar para vadear el río y pasar a la margen izquierda. Lo vadean y sitúan la siguiente jornada en Ribarroya, para instalar el campamento definitivo en Renieblas.    En la Edad Media, en plena transformación del latín hacia el Castellano, la palabra Fituero pasa a ser Ituero (S.XIV).

   En el S. XII la ciudad de Soria se encontraba fuertemente amurallada en su totalidad (más de 1 Km cuadrado).

   En tiempos de Sancho García (S. XI), unas series de plazas y algunas meras atalayas, fueron pasando de manos árabes a manos cristianas. Es ahora cuando se marca la frontera cristiana en las orillas del Duero, repoblando sus aldeas y sus tierras cercanas a la ciudad de Soria, siempre organizadas en torno a una iglesia y al señor feudal. Alrededor de la iglesia y del feudalismo gira la vida de los habitantes de nuestro pueblo. Viven de la agricultura y del pastoreo. Siempre cumplen con la programación cristiana, temerosos de Dios, y pagan los diezmos e impuestos al señor feudal.

   El dominio árabe sobre nuestras tierras no fue muy significativo ya que, al ser un terreno poco fértil y dedicado al pastoreo, sus tierras quedaban yermas, careciendo de interés para los árabes pues no obtenían rentas de sus ocupantes. Sí que son reseñables los diversos topónimos de origen árabe que se encuentran en la zona a la que pertenece Ituero (Almarail, Alparrache, Almazán…) y que están situados en la margen izquierda del Duero.

   Los reyes acostumbraban a viajar por sus tierras con obispos y abades, organizando los asentamientos, para ello lo primero que construyen, en el mejor lugar de la aldea, es la iglesia, mientras que en sus alrededores viven y trabajan sus pobladores, para contribuir, como vasallos, al mantenimiento económico de los reinos y de sus ejércitos.

   Más tarde nace el municipio como asamblea de vecinos, que amplían sus atribuciones hasta ser la inspiración de la vida local. Ahora aparecen estas dos partes: la Villa, que es el centro de la sociedad y está generalmente amurallada; y la Tierra, formada por las aldeas, que mantienen el espacio agropecuario y ofrecen un número suficiente de soldados para mantener a los musulmanes a raya o lejos de la frontera del Duero. Nuestro pueblo pertenecía a este segundo grupo.

  Los regateadores recorrían nuestro pueblo en busca de pequeñas partidas de lana para luego venderlas a otros mercados, con mayores recursos y contratos. La lana más apreciada era la procedente de las ovejas merinas trashumantes. Se exportaba a Países Bajos, Francia e Italia. La lana de las ovejas churras y riberiegas se destinaba a los fabricantes pañeros de Soria y Castilla. Otra actividad importante de Ituero fue la compra y cría de novillos, destinados para arar las tierras y como tracción de carretas que llevaban la lana a los puertos. En esa época las ferias de ganado de la zona, como Soria o Almazán, eran muy importantes. Los recursos económicos se completaban con los colmenares, que además de producir excelente miel, se vendía la cera blanca y amarilla.

  En el siglo XVI ya hay constancia documental de la cesión a perpetuidad del molino que existía en el pueblo a orillas del Duero por parte de la Orden de Santa Clara en favor de un hidalgo soriano. Hacia el año 1591, la población de nuestro pueblo era de 23 vecinos (21 pecheros, 1 clérigo y 1 hidalgo), perteneciendo al sexmo de Lubia. Tenía terrenos realengos, montes concejiles, dehesa boyal y prados de siego, perteneciendo todavía en la actualidad estos mismos parajes al pueblo. Además, cada año se dejaba la mitad del término de labor en barbecho, donde solía pastar el ganado. Estas tierras eran abonadas con sirle y estiércol, para sembrarlas al año siguiente. En verano se aprovechaban las rastrojeras: primero pastaba el ganado mayor y después el ovino, ya que por su dentadura aprovechaba mejor los pastos cortos. Cuando llegaba el invierno los ganados se trasladaban al monte para pastar y refugiarse del frío.

   Nuestros antepasados obtenían del monte leña, cisco y estepas para calentar los hornos donde se cocía el pan cada 15 días. Los aperos de labranza eran arcaicos: arado, trillo, hoz, etc. Todos ellos se utilizaron ampliamente hasta bien entrado el siglo XX.

  Las reglas y normas del pueblo se debatían y aprobaban en los concejos, que hasta que no se dispuso de un salón para ello se reunían en el cementerio, es decir, en el patio delantero de la iglesia. Todos los vecinos tenían la obligación de asistir y mantener un comportamiento correcto, de lo contrario eran castigados con multa.

La juventud de Ituero era la base de supervivencia del pueblo. La soltería estaba mal vista, quedaba prohibida su emancipación, y no se les permitía tener casa propia, ni el aprovechamiento gratuito de los bienes comunales, hasta que no estuvieran casados y dieran la vecindad. Esta consistía en ofrecer una comida que duraba un día entero (con los preparativos incluso más). El componente básico de dicha comida era una borrega con la que se hacía un gran cocido. También había un número determinado de nueces por vecinos, ajos, vino, etc. Este nuevo vecino entraba en la comunidad participando en las zofras, ejerciendo de alguacil y barquero. A partir de ese momento ya podía aprovechar los bienes comunales correspondientes.

El segundo día de la fiesta se honra a las personas difuntas del pueblo. Existe una tradición oral que hunde sus raíces siglos atrás, la cual asegura que ese día se va en procesión a rezar a la cuesta (un paraje a las afueras del pueblo) porque se creía que allí estaba el cementerio en tiempos. Y, efectivamente, hace un par de décadas se descubrió que existió en ese lugar un cementerio con cuerpos que datan del siglo XIII (el Museo Numantino fue responsable de dicha investigación). Como breve resumen, son enterramientos excavados en piedra, horizontales y con la cabeza hacia el poniente. Cada esqueleto tenía tres piedras: dos a cada lado de la cabeza para que esta no se ladeara; y otra en la mandíbula inferior para que no se abriera la boca. Todos tenían la dentadura perfecta. La estatura no pasaba de 150cm. y la edad rondaba los 48 años. Apareció una tumba con la madre y el hijo juntos, señal de que las mujeres eran más susceptibles de morir en el parto.

Además, cuando se realizó la carretera que une el pueblo con Miranda se extrajo piedra del mismo barranco donde está dicho cementerio. Ituerenses que vivieron en esos años cuentan que a raíz de las explosiones que se realizaban para conseguir dicha piedra saltaban huesos y esqueletos.

Siglos más tarde los enterramientos se hicieron dentro de la Iglesia, en cuyo suelo cada familia tenía su sepultura. Llevaban en una cesta un pañito hecho a ganchillo y unas velas. Colocaban el pañito en el suelo de su sepultura, colocaban las velas en lo alto o en su palmatoria y daban luz a sus familiares difuntos.

Sin embargo, a finales del Siglo XVIII (1770) hubo una gran epidemia a nivel local y nacional, lo que obligó a sacar de las iglesias los enterramientos. Como todo en la historia, los hechos no suceden de golpe, sino que van paso a paso, y se siguió permitiendo que los clérigos e hidalgos utilizaran la iglesia como tumba para sus cuerpos. A partir de este hecho aparece el cementerio que se usa actualmente.

Ya en tiempos más recientes de nuestra pequeña historia la vida en Ituero transcurría en el trabajo campestre, con el ir y venir de personajes curiosos como:

El Sacristán, que con el toque de campanas regía la vida y el trabajo en el pueblo. Tocaba al alba, a la hora del ángelus, al ocaso, cuando era fiesta o víspera de fiesta, a difuntos, cuando había algún incendio, etc.

El herrero, que acudía en la época de labranza y, en la fragua, aguzaba los barrones, rejas y ponía “taloneras”. Cobraba en especie, principalmente con cereal.

Los afiladores gallegos venían regularmente para afilar los cuchillos, tijeras, hachas, etc. a la vez que vendían quincalla (hilos y agujas) para que las mujeres cosieran e hicieran ropa.

Los mendigos iban por los pueblos pidiendo limosna, pudiendo pernoctar en el pobrero, pequeña estancia techada que lindaba con la fragua.

Los guarnicioneros, capadores de cochinos, carreteros, lateros, Esquiladores, piones, pescadores de río, peleteros, etc., eran otros personajes que siempre estaban presentes en la vida del pueblo.

Las fiestas de Ituero se celebran en honor a la Virgen del Rosario, patrona del pueblo, el 20 de agosto (antes se celebraba el 4 de octubre). El patrón es San Antonio, el 13 de junio y la iglesia parroquial es San Pedro Apóstol.

Al igual que ocurría en otros pueblos de la zona, en Ituero eran típicos los bailes de los domingos en el salón (con música de guitarra y laúd), el cortejo a las mozas, la colocación de las aleluyas, los carnavales (hiciera el frío que hiciera), “la vieja”, la pingada del mayo (con mayos de más de 20 metros), los partidos de pelota a mano en el frontón (con suelo de tierra) y, por supuesto, la tradicional gallofa para el tercer día de fiestas.

En las décadas de los años 50 y 60 llegó el éxodo, donde la mayoría de ituerenses tuvo que emigrar a otros lugares para poder salir hacia adelante, muchas veces sin apenas conocer el lugar de destino. Ituero se despobló y sus habitantes se fueron a Soria y a zonas industrializas como Zaragoza, Madrid, País Vasco y Cataluña.

Sin embargo, desde hace más de 20 años la Asociación Cultural La Barca de Ituero se propuso preservar las tradiciones y organizar actividades durante todo el año para que los y las ituerenses sigan deseando volver al pueblo, a su pueblo.